lunes, agosto 29, 2005

(texto 46)

113 noches habían pasado desde que tu silla había quedado vacía. Entre whisky, cigarros y canciones, se me apareció tu figura en la oscuridad de mi parque monótono. Era sólo una ilusión, una más entre tantas que había aguantado todos éstos días, derramando lágrimas con gusto a Jack Daniel's.
Yo sabía que tu regreso era imposible y vos sabías, que no ibas a regresar. Mientras tanto yo tejía ilusiones y me acurrucaba en las imágenes de nuestro pasado, esclavizado por el dolor. No tenía ganas de que volvieras a golpearme la puerta, pero tu ausencia me sorprendía abatido, nockeado, endeble. Estaba mejor que hace unas semanas, pero no podía resistirme a recordar -a veces- tus ojos.
Siempre te pedí que no dudes de mis dudas, pero un día te cansaste. Agarraste tus cosas, te arreglaste el maquillaje, acariciaste mi cabeza y cerraste la puerta por última vez.
Recién contaba de tus ojos, ahora que ellos no me ven, supongo que han de mirar mejor. Y si no es así, lamento decirte... los mios no tienen ganas de seguir desparramando lágrimas, la solución no es volverte a ver, tampoco perderte de vista para siempre...
He tomado la decisión de irme lejos, de conocer un mundo nuevo... me voy con mi amante despechada llamada muerte, a ella nunca le gusta perder...

Que seas muy felíz...


martes, agosto 23, 2005

Historias de Todos (Parte II)

Entró y la vió... sí era una dama, la más linda que había visto en años. Metro 80, ojos verdes, pelo castaño claro, hermoso cuerpo. Parecia la venus de Milo, con una diferencia: ella tenía brazos. Era escandalosamente hermosa. Se saludaron, obviamente, apretón de manos. Ambiente laboral, de por sí serio. No podía saludarla con un beso en la mejilla, mucho menos guiñarle un ojo, Anibal, estaba lejos ser un dandy.
Ella se presentó: Cristina, le dijo. Él respondió la presentación con un tibio y ahogado: Anibal, un gusto.
Él comenzó a hablarle de las labores diarias. Ella lo escuchaba cigilosamente. Así comenzaron una relación de "profesor" a "alumna"... Ella jovén, el un tanto mayor. Nunca se le pasó por la cabeza decirle una palabra que no tenga que ver con el trabajo, nunca saldría de su boca un: te sigo explicando mientras tomamos un café, por el simple hecho de que él, ya era todo un caballero y ella, apenas llegaba al cuarto de siglo. Crsitina, tenía la misma edad que Eugenia, la mayor de las hijas de Castañeda.
Así estuvieron cerca de 3 meses, compartiendo 10 horas por día, parando trinta minutos cada uno, para ir a almorzar (logicamente, cada uno por su lado).
Hasta que un día, las charlas empezaron a recorrer otros paisajes. Ella, empezó a interesarse por su vida y él, bien caballero, contestaba a todas sus preguntas, seco, pero las contestaba.
Hablaron de sus amores pasados, de su familia, de las hijas de Anibal, de sus hobbies, y demás cosas.
Ella, empezaba a interesarse por él, él por ella también, pero no correspondía demostrarlo, no era su estilo, ni quería que así fuera. Las situaciones comenzaban a sobre pasarlos, pero ninguno queria dar el punta pie inicial, de una historia por demás complicada: primero, por la diferencia de edad y segundo por ser compañeros de trabajo.
Fue ahí, cuando él empezó a pensar sí realmente quería dejar de ir a la oficina a partir del años que viene, no tendría más la excusa tonta de verla cada mañana, ni de charlar acerca de sus vidas y mucho menos de compartir esas miradas, que disfrutaban durantes las horas que estaban dentro de ese cuarto, inundado de papeles con notas escritas, por sabe Dios quién.

Lo único que puedo decirles es que ellos ya se morian de ganas de chocar sus labios, él con sus cincuenta y tantos, y ella con sus veinticuatro. Lo único que no sé, es si ésta historia va a continuar... solo uds pueden convencerme de hacerlo.

jueves, agosto 18, 2005

HIstoria de todos (Parte I)

Anibal Castañeda era su nombre. Tenía al rededor de 58 años por ése entonces. De profesión, oficinista. Divorciado, 2 hijas de 28 y 24 años. La mayor era veterinaria y la menor, desfilaba por universidades intentando rastrear su vocación.
Hasta ahí un poco de la vida monótona de todos los días, entrar a la oficina a las 9 de la mañana y retirarse de la mismas, al rededor de las 18, cuando el sol empezaba a bajar. La ofcina del Sr. Castañeda, estaba ubicada en la calle Cabrera al 4000, pleno barrio porteño de Almagro. el vivía en San Telmo, Piedras al 600, entre México y Chile.
Anibal, todos los días se tomaba el subte, hacia la respectiva convinación para llegar a su trabajo, cuando llegaba, apoyaba su portafólio en su escritorio color madera y comenzaba a redactar con su máquina de escribir. A las 12.35 pm, bajaba a almorzar al bar del Gallego Miguel y comía el plato del día. Subía al rededor de las 13.20 y seguía redactando, por donde había dejado su escritura. A las 17.50, llevaba su trabajo diario a la oficina de su jefe, un tipo demasiado estereotipado como jefe, pero que con él, era agradable. No se sabe si por hacer bien su trabajo o por sus 15 años en el cargo de la empresa.
Volvía a su escritorio, agarraba sus cosas, las ponia bajo su axila derecha y partia hacia su hogar. Al llegar a su casa, se pegana una ducha, se cambiaba la ropa de oficina y lo esperaba Eugenia, la mayor de sus hijas, con la comida casi lista, sólo un golpe de horno y a degustar el plato. Al terminar, se tomaba una grapa y se iba a acostar con su amiga la Spica.
Así, era un día común de nuestro amigo Anibal.
Un día al llegar a la oficina, le dan la noticia: "En su oficina lo espera su sucesor, en un año le saldrá la jubilación. Pero antes de irse, necesitamos que deje bien formado a quien se encargara de su trabajo".
Anibal no podía creerlo, necesitaba jubilarse, compartir más tiempo con sus hijas, tiempo para él... poder levantarse tarde, acostarse a dormir cuando le haga falta, ir de compras... todo lo que hace uno después de jubilado o cuando no tiene trabajo.
Pasó a su oficina y le conoció la cara a quien tenía que enseñarle su trabajo diario, a la persona que lo reemplazaría desde el 1° de enero del próximo año.

Esta historia, logicamente, continuará...

jueves, agosto 11, 2005

Jueves

Los que me conocen bien, saben que "Jueves cobarde", no es simplemente una canción de un tipo que admiro. Los jueves cobardes, existen en mi vida. Pero lo que ustedes no saben, es por qué los llamo de esa manera.
Hubo un día (jueves logicamente) en que ella me dejó, era la mujer con la que me quería ir del mundo, con la que quería pasar al cielo, los dos juntos tomados de la mano. Bueno, no pudo ser, un jueves ella dijo: basta!... se había cansado de mis desplantes infantiles, de mis canciones sin argumentos y de mis declaraciones de amor blancas. Ese día me dijo que nada de eso podía servir para volver a estar a su lado y fue así.
Hice mis mejores textos, saque mi corazón en cada letra de esa hoja, y ella se preocupaba más por atender el teléfono, que por leer mi "obra". Desde ese jueves, nunca más tuve jueves comunes y corrientes como la mayoría de las personas; claro que no, mis jueves comenzaron a ser tristes, distraídos y cobardes. Cuando escuché esa canción me sentí, totalmente, identificado... cada oración, cada palabra, cada letra. Parecía que el tipo me conocía -en realidad era así, me conocía-, que sabía mi historia. "Y te declaro la guerra, y tu me firmas la paz"... no podía ser tan real, no podía en una simple y roñosa frase (inventada en un bar de mala muerte de España) tener tanto de verdad en mi vida.
Entonces mis jueves comenzaron a degradarme, a suicidarme de a poco, a cortarme en pedacitos la paciencia, las ganas de no ser yo. Me ganaban, usualmente me daban revancha... pero núnca podía con ellos, tenían más experiencia que yo. Tenián más años sobre la tierra que yo, y su nombre había sido nombrado por ella, más veces que el mio.
Pero bueno, uno se acostumbra y a veces se olvida... hasta que un martes te la cruzas por la calle y te acordás que pasado mañana te toca.
Pero apareciste vos, y nada volvió a ser igual... de a poco los jueves se convirtieron en el día anterior al fin de semana y hasta hoy fue así. Hoy, después de un mes y medio, volvieron los jueves cobardes y no podés hacer nada contra ellos, asi como llegaron se irán y así como algún día se fueron, pueden regresar... los jueves cobardes, como vos... son parte de mi vida y no hay nada que podamos hacer, ni vos, ni yo. Repito. Ni vos, ni yo. Es así, no puedo evitarlo...

lunes, agosto 08, 2005

La mujer

27 de mayo de 2005, Carlos, mi papá cumplía 52 años. En motivo de festejos, decidimos ir a comer a un restaurant "bastante paquete" de la zona sur del Gran Buenos Aires. Esa noche, especial para mi papá, iba a extender la felicidad en un Gibert más.
Esa misma noche me encontraba con ella, con la mujer que desde hacía unos días me había robado los ojos. La realidad era que lo que menos hice ese día, era pensar en el cumpleaños de mi viejo. Todos contentos, cantando el felíz cumpleaños y yo ahí, con la cabeza a 70 kilometros del lugar festivo.
Tomamos vino de la casa, brindamos, luego cenamos y para terminar con este neo-cumpleaños feliz, cortamos la torta. La había hecho mi vieja, creo que era de crema... pero la dulzura de la torta me hacía recordarla a ella. En realidad esa noche no podía dejar de pensar en ella, todo me hacía pensarña... el vino, la comida, la torta, el baño, el cigarrillo, los que se besaban en ese restaurant, la noche, las estrellas, el otoño... todo, y cuando yo digo todo, es todo.
Volví a casa, esperando que Pablo me pase a buscar con su auto, los dos ibamos a terminar la semana en el mismo destino, Saavedra. Él iba a lo de su "novia" y yo a lo de mi... no sabía como llamarla por ese entonces, ¿compañera de miradas complices?, ¿mujer que me robo los ojos?, ¿la que me sacaba una sonrisa los días de lluvias?... preferí llamarla "mi musa en los días nublados".
El reloj marcaba las 23.29 horas, Pablo pasaba en una hora y las agujas no tenian ganas de apurarse. Decidí acortar el tiempo pegandome la segunda ducha del día -de paso iba a oler bien-, shampoo, crema de enjuague y jabón. Salí de la ducha y me sequé, me cambié y me puse mi mejor perfume (ése que una vez mi amiga, me dijo que conquistaba muchas chicas). Me rocié el cuello, las muñecas y el pecho. Volví a ver el reloj, 00.16 del 28/5, ¿cómo no iba a pasar el tiempo lento?... ya había pasado un día, el cumpleaños de mi viejo ya había terminado y yo no podía dejar de extrañarla. Me tiré en el sofá y prendí la tele, lo último que hice fue prestarle atención...
Dos bocinas, miró el reloj, 00.34. Pablo, con su auto... agarro el abrigo y salgo, dos vueltas a la cerradura y me subo.
-Te pasaste 4 minutos, boludo. ¿No te das cuenta que no aguanto más?, ¿que necesito verla?... no necesito nada más que perderme en sus ojos unos minutos, ni siquiera besarla, verla. No lo hagas nunca más, no tardes ni un segundo más de la hora marcada, ¿ok?
-Perdoname Andru -contestó-, mi viejo empezó a hincharme las bolas... quería saber a que hora volvía... le dije a las 8, está bien.
Comenzé a sacar cuentas de las horas que iba a estar con ella, eran las 00.35, más una hora de viaje: 1.35, salir de allá a las 7, para estar acá a las 8.
-Está bien, creo que 5 horas me alcanzan.
Arrancamos hacía el destino y en el camino me puse a pensar y hacerme preguntas que no podía contestarme hasta que ella me mire, entonces puse la música al máximo y le dije a mi cerebro:
-Si seguís pensando, te voy a seguir matando con cerveza... ¿ok?
Hizo caso omiso y como yo creía, fue pensando todo el viaje en ella.
El tiempo pasaba y los kilometros se acortaban, el dolor de pansa crecía con cada giro de las ruedas del auto.
-¿Que calle era?, preguntó Pablo.
-Deheza, boludo!!, ¿cuantas veces querés que te la diga?... DE-HE-ZA... ¿está bien?, ¿te la acordás o te la dibujo?
-Jajaja, no... ésta bien salame... estas nerviosito ehhh, como te tiene esa chica, jajajaja.
Sólo lo miré y se dió cuenta que se tenia que callar, que no tenía que acotar nada más acerca de mi y menos de ella.
-Pará acá y decime como llego.
-Dale, sigamos que estamos a dos cuadras, te dejo en la puerta.
-No, para acá, necesito pensar.
-¿Pensar qué?... ¿arrugaste?
-No se tratá de arrugar, es mas fuerte que ser valiente o no serlo gil, ves que no entendés nada.
-Dale, no te hagas el poeta y subí al auto bobo,
-No, voy caminando... éstas dos cuadras las camino bien solo.
-Ok, a las 7 paso... te ponés los lompas y bajás.
-Rajá o te cago a piñas, no le voy a tocar un pelo, no es mi intención... me conformo con abrigarla un poco del frio. Chau.
Empezé a caminar... y las preguntas me inundaban... ¿que hago acá?, ¿que espera de mi?, ¿que espero de ella?, ¿que le digo?, ¿de que le hablo?. Llegué... toqué el timbre y bajó. Cuando la vi, respondió a todas mis preguntas.
Me hizo pasar y los nervios se apoderaron de mi. Ella también estaba nerviosa, no tenía la misma cara de siempre. A lo mejor sentía lo mismo que yo, la verdad no lo sabia. Todos mis pensamientos esa noche, eran no más que hipótesis.
Después de unos minutos, decidimos ir a tomar algo a Las Cañitas (y yo que no estoy acostumbrados a los bares de clase media-alta), me sentía sapo de otro pozo. Estaba nervioso, por mi inseguridad y ni siquiera estaba en "mis bares" roñosos, donde me emborrachaba los sabados. Ella jugaba con ventaja. Nos sentamos y encargue dos porrones de cerveza (la verdad necesitaba un whisky, un Vat 69). Comenzamos a hablar de música, bandas favoritas, de amores cariados, de besos vencidos y de las miradas. Nosotros nos miramos todo el tiempo, le dije. Me miró, no sabía que decir, yo menos... "me mande la cagada de mi vida", pensé.
-Me gusta mirarte, respondió.
No hable más, decidí esperar a salir del bar, que ya estaba cerrando. Terminamos otra vuelta de porrones y nos fuimos.
El frio nos partia al medio, muy fuerte, muy frio... pase mi mano sobre su espalda e intenté, cubrirla del frio. Ella no lo hizo... quedé como un invécil, así me sentí. Como el barrilete que no remonta. Esperamos el 59 y nos subimos.
-Cuando nos bajemos hay dos posibilidades, dijo.
-Que te de un beso y te guste o que me metas un bife. Pensé
-¿Cuales?, pregunte.
-Tomar otro colectivo o caminar 10 cuadras... ¿que preferís?
-Caminar. No lo dude un segundo... quería caminar toda la noche al lado de ella. Aunque no la pueda abrazar, solo caminar, sentirla cerca... escuchar su respiración.
Bajamos del bondi, y empezamos a caminar... la primera cuadra me arrimé, la segunda estiré la mano y desde la tercera ibamos abrazados... sí, abrazados. Ella también me abrazó. Fueron las mejores 7 cudras caminadas en toda mi vida.
Llegamos a la casa y esperamos a que termine el cigarrillo en la puerta -dentro de su casa, está prohibido-. Apenas lo tiré, abrió la puerta y subimos unos 17 escalones (descanzo de por medio)... Entramos, y volvimos a subir escaleras... pero esta vez para terminar en su cuarto, el que ahora es llamado "nuestro Limbo".
Pusimos música, de todo un poco... variado. Ella sabía que música escuchaba y puso exactamente esa. Y como ya dije una vez, si era una invitación a que la bese... juro no haberlo interpretado de esa manera. Decidimos perdernos un rato en nuestras miradas y creo que ese fue el momento en que empezó ésta historia.
La tomé por la espalda y la besé... en ese momento me jugue el cuello, los dos sabemos muy bien por que. Pero no me importaba, quería saber cual era el gusto de sus besos. Ya no me alcanzaba con mirarla, con abrazarla, necesitaba besarla y lo hice.
Ahí empezamos otra historia, una verdadera historia... como la que escriben esos escritores famosos, viste?... bueno, para alegria de algunos y tristezas de otros... está historia sigue.

Intenté esperar hasta mañana, pero no está acá conmigo y su ausencia me inspira...



sábado, agosto 06, 2005

Mujeres

Mujeres... que tema!. Abarcan tanto en la vida del ser humano masculino, que se hace difícil describir lo que son, me parece cruel, miope, manco y hasta distraído, pero juguemos un rato.

La primer caricia al salir del vientre,
esa brisa que nos despeina de las angustias.
El paragua los días de lluvia,
el cigarrillo despues de hacer el amor.

Las mujeres corren con ventaja,
tienen un poder totalmente superior.
Saben como hacernos reir,
como hacernos llorar.

Son musas que logran transformarse,
en madres, abuelas, tias, primas, esposas.
Son la razón de nuestra existencia,
algunas nos mudan de las angustías.

Alegrías, angustias, risas, llantos,
fuerza, debilidad, dolor y ganas de estar.
Todo ésto me dan mis mujeres,
no son muchas... son las que necesito.

¿Y si no estarían?,
¿el sol saldría a pasear por el cielo?
¿la vida tendría sentido?
¿existiriamos?
son algunas de las preguntas,
que hoy puedo hacerme.

:. mujeres, algunas son más de lo que creen .:

martes, agosto 02, 2005

Recuerdos

4.32 am, me encuentro en la cocina, mirando el álbum de fotos de éstos 15 años con vos, que no pudieron ser más que 15. Empiezo por orden cronológico, viendo las fotos del cumpleaños de Héctor Castillo... ese día nos vimos por primera vez y nos dimos cuenta -ambos- que nos esperaba la vida juntos, a la vuelta de la esquina. Tómo un trago de ginebra del pico, y la apoyo en la mesada donde cocinabas los ricos gisos de garbanzos.
El hotel de Itapirubá, sentados al borde de la piscina, tomando una caipira y mostrandosela al fotógrafo, como para que nuestros amigos la envidien al ver la foto... y hoy la envidio yo, te necesito, necesito también esa caipira, la pileta y la felicidad de esos primeros momentos juntos, como marido y mujer.
Bebo otro trago de ginebra que me hace arder la garganta y vuelvo a apoyarla en la mesada en la que te veía preparando el café post-cena.
Vuélvo a los retratos y me veo traslasierra en Córdoba, arriba del burro del cual te caiste y tuvimos que salir a las apuradas, para la clínica más cercana. Nos escapamos una semana del mundo y estuvimos 3 días en una hospital, por que tu huesito dulce se habia roto.
Miro por la ventana y el sol ya empieza a asomar sus primeros brazos, y yo sigo acá, sin sueño, sin ganas de irme a dormir sólo, ni de ir a ver como duerme los chicos en sus respectivos cuartos.
Joaquín muchas veces me pregunta por vos y si alguna vez te volverá a ver... parece mentira que ya éste en primer grado. Maia está enorme, cada día más parecida a vos... sus ojos, tienen el mismo brillo que los tuyos y su sonrisa, es tan grande como la tuya... el pelo de ella, poseé los mismo risos que los tuyos, solo que tiene mi color... vos ya te habías dado cuenta apenas nació.
Harper, nuestra perra, está vieja, pero nos sigue cuidando en las noche que puedo dormir un rato.
Miro la ginebra y vuelco sus restos en el lavaplatos, no tiene sentido seguir tomando... ésta costumbre que empezó cuando dejaste de estar entre nosotros, me esta comiendo el hígado de a poco, con cautéla.
Sigo pasando fotos y el reloj marca las 6.12 am, del domingo 21 de septiembre... hoy, justamente hoy, hace dos años que el de arriba te llamo por que estaba escaso de ángeles, y yo prometí a los chicos irte a visitar al cementerio antes del mediodía.
Dejo las fotos en la cajonera de los recuerdos, guardo la botella vacía de ginebra y comienzo un nuevo día, sin vos.