Sin Nombre
Noche de viernes, el frío que parte en dos a los caminantes... que como vos y yo sólo camina por caminar o tal vez para pensar. Llégo... me abrís la puerta, nos saludamos cordialmente y me hiciste pasar. -¿Qué estoy haciendo a metros de su habitación?... me preguntaba mientras tu mirada y tu mano indicaban la entrada. Nos sentamos en la cama como buscando una excusa para estar ahí.
Con las piernas estiradas apoye mi espalda contra la pared, que cada noche te ve dormir (como me gustaría verte a mi). Nuestra música familiar empezó a sonar... si era una invitación a que te bese, juro no haberlo entendido en ese momento, los nervios y tu mirada penetrante me jugaron esa mala pasada... Sí, esa a la que uno nunca le apuesta, por que sabe que pierde. Te quedaste sentada con los pies en tu alfombra (no recuerdo el color), enseguida te invite a reclinarte como yo lo había hecho, y aceptaste sin dudarlo.
Charlamos vaya uno a saber de que, la música sonaba, el tiempo pasaba para el mundo y nosotros ahí... escandalosamente perdidos en las pupílas de cada uno, mirandonos las bocas como sedientos de besos... no me olvido de tus manos y de tus uñas pintadas de color rojizo oscuro, que tartamudeaban al acariciar mi mejilla.
Nos recostamos y entre risas comente: -No me estoy riendo de vos... me rio de los nervios que me provocás. Me miraste sorprendida por lo sincero de mi respuesta, supongo... ahí fue cuando todo cambio, dejamos de ser dos personas conocidas, para pasar a ser un "nosotros. Me perdí en tus ojos un rato y cuando más lo necesitaba, me besaste los labios y yo acompañe tus besos y tus caricias con el mismo respeto que vos lo hacías.
El viernes que había empezado con una caminata helada, se había convertido en sábado y con la mujer que queria terminar la semana...
No imaginaba ese descenlace en nuestra historia de entendimientos.com, pero tengo que admitir que no puedo olvidarme ni del viernes, ni de tus besos, ni de tus caricias y mucho menos del cuarto infantil que me recibió esa noche.
Con las piernas estiradas apoye mi espalda contra la pared, que cada noche te ve dormir (como me gustaría verte a mi). Nuestra música familiar empezó a sonar... si era una invitación a que te bese, juro no haberlo entendido en ese momento, los nervios y tu mirada penetrante me jugaron esa mala pasada... Sí, esa a la que uno nunca le apuesta, por que sabe que pierde. Te quedaste sentada con los pies en tu alfombra (no recuerdo el color), enseguida te invite a reclinarte como yo lo había hecho, y aceptaste sin dudarlo.
Charlamos vaya uno a saber de que, la música sonaba, el tiempo pasaba para el mundo y nosotros ahí... escandalosamente perdidos en las pupílas de cada uno, mirandonos las bocas como sedientos de besos... no me olvido de tus manos y de tus uñas pintadas de color rojizo oscuro, que tartamudeaban al acariciar mi mejilla.
Nos recostamos y entre risas comente: -No me estoy riendo de vos... me rio de los nervios que me provocás. Me miraste sorprendida por lo sincero de mi respuesta, supongo... ahí fue cuando todo cambio, dejamos de ser dos personas conocidas, para pasar a ser un "nosotros. Me perdí en tus ojos un rato y cuando más lo necesitaba, me besaste los labios y yo acompañe tus besos y tus caricias con el mismo respeto que vos lo hacías.
El viernes que había empezado con una caminata helada, se había convertido en sábado y con la mujer que queria terminar la semana...
No imaginaba ese descenlace en nuestra historia de entendimientos.com, pero tengo que admitir que no puedo olvidarme ni del viernes, ni de tus besos, ni de tus caricias y mucho menos del cuarto infantil que me recibió esa noche.
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