miércoles, abril 19, 2006

Volviendo al principio del principio

7 de mayo. Borracho... apoyando el cenicero en el cigarrillo. Mirando. Sin saber muy bien a donde, pero sí a quién. Ella acompañada sentada a una mesa de amigos. Yo sólo, con un gin tonic bajo el brazo y un mareo difícil de simular. Ella riendo, hablando, mirando de reojo, simulando no verme. Entro en el juego y mis ojos sacan a bailar a los suyos por primera vez. Escribo en el vidrio empañado de la mesa que la necesito. Pienso que me gustaría estar acá con ella en otras circunstancias, que no es con esta gente con la que quiero compartir éste trago regalado.
Me levanto y enfilo para el baño. Ella me mira, siento su mirada en mi nuca. Salgo del baño y le clavo mis ojos marrones en los suyos y en la oscuridad me doy cuenta que sus ojos son claros. Paradójico. Sonríe. Yo también.
Creo que la merezco y ella a mi. Pero me tengo que ir. El chupi no me jugo una buena noche y tengo que irme para no empezar a vomitar palabras en vano. No con ella. No puedo hacerle ese juego sucio que antes acostumbraba. Ella es más que esas mujeres que pueden encontrarse en los bares que frecuentamos nosotros, los de traje gris y mirada pérdida.
El alcohol me deja en boxes, calentando motores, afinando la puntería. Vos allá, conmigo allá. Pero en destinos opuestos, por lo menos ésta noche. Tómo el último trago de la noche, pasa como agua y levantarme cuesta más de la cuenta. Le hablo y le digo que me voy. Veo en su mirada un hilo de comprensión, pero las ganas de que me quedo, aunque sea en éste estado terrorífico, se ve en su retina. Ignoro sus ojos. Le sonrío y espero que llegue bien a su casa.

Dedicado a la musa rescatada de ese bar...