lunes, abril 25, 2005

Un sábado más

Era un sábado más en mi vida, la única diferencia con el resto de mis sábados, eran dos: la primera, era que al otoño no le alcanzaba con soltar las hojas de los árboles, si no que también, se empecinaba en destruirme lentamente con su viento letal. La segunda (y más importante), estaba con vos. Cuando digo que estaba con vos, no me refiero a tu compañia, aunque así lo fuera. Intento explicar lo que eso significa para mi, que sin darte cuenta cambias mi mundo por completo, simplemenmte con tu mirada.
Caminamos buscando un lugar, un lugar para emborracharnos de miradas, de caricias (aunque me prohíbas mimarte en público), de risas. Después de varias huellas, lo hallamos. Me miraste sonriendo, te devolví la sonrisa sin pensarlo, nos entendimos a la perfección en ese momento, ya que ambos sabemos que ese bar (para muchos), es para nosotros la cuna de nuestro amor, ahí fue donde empezamos a contarle cuentos a nuestros sueños.
Entramos, te invite a sentar y luego de que lo hicieras, yo lo hice (a veces me acuerdo de ser caballero), te pregunte que querías tomar y le encargué un Daikíri y un Gin tonic, a la mesera. No sabía por qué, pero la magía que apareció en la puerta del bar, se fue desvaneciendo a medida que nuestros pasos se acercaban a la mesa. Ambos mirabamos hacia el horizonte, pero no al mismo, vos al tuyo y yo al mio.
Se me hace tan difícil sentarme con vos en una mesa, será por eso que no sé que hacer o que decir y simplemente intento expresar con miradas lo que me provocas. A lo mejor a vos te pasa algo parecido, no lo sé, solo intento averiguarlo mirandote.
Luego de un rato, me anime a tomarte la mano y a pesar de que hace un rato largo que estamos juntos, cada vez que te tomo la mano es tan difícil como la primera vez y las hormigas por mi esófago siguen caminando como siempre.
Después, te animaste a hablarme; el tiempo fue pasando si darnos cuenta y la muchedumbre empezaba a molestar a las palabras dulces que salían de nuestras bocas. Pagamos y partimos de "nuestro lugar", así lo llamamos desde aquel día ¿te acordás?. El otoño seguia derribando hojas y nosotros nos fuimos, tomados de la mano y mirando hacía el mismo horizonte.
Solo agradecerte me queda, no solo cambiaste mi vida, si no que haces que un sábado, no sea un sábado más.

1 Comments:

Blogger un tal león said...

cantor de pocas notas

cachorrito de escritor


texto excelente


historia que es de todos.

4:33 p. m.  

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